DE INTERÉS PARA TU SALUD

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jue, 28 oct 2021 06:23:00
En España, entre 110.000 y 120.000 personas sufren un ictus cada año, una cifra que se estima que se incrementará entre un 25 y un 35% hacia 2035 debido al aumento generalizado de la esperanza de vida de la población. Por eso el Hospital Universitario Infanta Elena, integrado en la red sanitaria pública madrileña, ofrece una serie de consejos para evitar este tipo de accidentes cerebrovasculares así como recomendaciones para rehabilitar a los pacientes que sufran un ictus.
La mayoría de los ictus pueden prevenirse controlando unos pocos factores, principalmente la tensión arterial, los niveles de azúcar y colesterol y el peso, realizando actividad física periódica y evitando el consumo de tabaco y alcohol.  
Una vez que el ictus se produce es fundamental el diagnóstico precoz para reducir sus efectos, de ahí la importancia de detectar a tiempo los principales síntomas de alarma y así favorecer la rápida intervención de los servicios de emergencia. 
 
CUIDADOS PERSONALIZADOS TRAS EL ICTUS
El tratamiento integral del paciente y su entorno es la mejor fórmula de abordar la recuperación de un accidente cerebrovascular, al tiempo que resulta esencial evitar complicaciones añadidas. Por eso hay que tratar correctamente la disfagia con el fin de prevenir broncoaspiraciones e infecciones del tipo de la neumonía. Igualmente importante es promover la movilización temprana de la persona enferma, especialmente si ha sufrido la paralización de un lado, ya que así se evitan las rigideces de los miembros. 
En este contexto juegan un papel remarcable los equipos de Rehabilitación que deben revisar periódicamente la situación del paciente, así como la coordinación del tratamiento con los distintos servicios implicados en la atención y recuperación de la persona afectada de manera que se puedan ir alcanzando objetivos a corto y largo plazo de cara a incrementar el grado de bienestar de quien ha sufrido un ictus. Directamente con el paciente hay que trabajar también la motivación, el apoyo familiar  y su situación y entorno social ya que todos ellos son factores decisivos para reintegrarle, en la medida de lo posible, a la normalidad. 
 
LA VUELTA A CASA DESPUÉS DE UN ICTUS
Según los expertos, el alta hospitalaria debe llevar aparejada una tabla  de ejercicios adaptada a cada paciente, junto al material didáctico necesario para realizarlos en el domicilio. La continuidad del tratamiento y la práctica de estas pautas con constancia le permitirá ir mejorando su funcionalidad y desarrollar una actividad personal, familiar y social satisfactoria, acorde a la posible discapacidad que pueda sobrevenir tras el ictus.
Igualmente, es importante que las personas cuidadoras controlen la postura y prevengan el inmovilismo del paciente y se aseguren de que este colabora, en función de sus capacidades, en las tareas básicas de la autonomía personal, como son el vestido, la alimentación y el aseo. 
Cuando el estado del paciente así lo requiera es aconsejable adaptar la vivienda con el fin de minimizar el riesgo de caídas -por ejemplo, retirando las alfombras o transformando el baño en ducha-, asegurar el servicio de teleasistencia que dé soporte a la familia en casa ante cualquier incidente y mantener una relación estrecha con el trabajador social del centro de salud y el médico de familia.
La comunicación con el paciente debe realizarse tanto por el lado derecho como por el izquierdo, en lugar de potenciar el que no haya quedado paralizado, ya que de esta forma se estimula el campo visual.  
 
LA LOGOPEDIA 
Tras el ictus es clave valorar el grado de afectación del lenguaje tanto a nivel expresivo como comprensivo, ya que estas áreas pueden estar dañadas de forma individual o simultánea. Esto permite marcar los objetivos de rehabilitación y las pautas de tratamiento, en las que la implicación de la familia es fundamental para desarrollarlas y complementarlas en el domiclio. 
El paciente tiene capacidad de pensamiento, por eso hay que transmitirle y hacerle sentir que la alteración de la comunicación no cambia la percepción que el entorno tiene de él o de ella. En este sentido, hay que seguir incluyéndole en las decisiones familiares y tratándole con naturalidad. 
Además, para que la comunicación sea más positiva, en las conversaciones se debe dar un tiempo de respuesta de aproximadamente 30 segundos para que el paciente tenga el margen suficiente para comprender la información que recibe, así como de elaborar el mensaje que quiere transmitir: esto evitará que se frustre. Por último, se debe preparar el ambiente, procurando que sea tranquilo, silencioso y con pocas distracciones para favorecer la atención.