Marco histórico
Con el inicio del siglo XX llegaban nuevas disposiciones normativas que afecta-ban de modo determinante a la enseñanza pública. Por medio de un Real Decreto firma-do el 21 de julio de 1900 se aprobaba una de las piezas fundamentales para la reforma de la instrucción pública: a partir de entonces el Estado se haría cargo del pago a los maestros y no los ayuntamientos como había sido hasta ese momento. La orden tenía una doble lectura porque, si bien es cierto que desde la Administración Central se abo-naría el salario de los profesionales de la enseñanza pública primaria, lo haría previo ingreso de los fondos procedentes de los Ayuntamientos.
En Valdemoro la centuria comenzaba con ciertas dificultades para la provisión de inmuebles destinados a escuelas. La itinerancia escolar había sido la tónica habitual a lo largo del tiempo y los colegios no disponían de un espacio prefijado, sufriendo difi-cultades de instalación por la escasez de espacios adecuados para impartir la enseñanza obligatoria. En numerosas ocasiones, el concejo se había servido de los locales pertene-cientes a la fundación Conde de Lerena, para que maestros y maestras pudieran ejercer su labor docente. Hay que considera que la población valdemoreña había experimentado un considerable aumento desde principios del siglo XIX, pasando de 1.826 habitantes, en 1828, a 2.833 en 1900. Además, desde la promulgación de la Ley de Instrucción Pública –conocida como Ley Moyano– el 9 de septiembre de 1857 se establecía que: "La primera enseñanza elemental es obligatoria para todos los españoles. Los padres o tutores enviarán a las escuelas públicas a sus hijos y pupilos desde la edad de seis a nueve, a no ser que les proporcionen suficientemente esta clase de instrucción en sus casas o en establecimiento particular" (art. 7º); por lo tanto, cada vez era más preciso contar con un espacio fijo donde proceder a la educación de niños, jóvenes y adultos. Ante esta situación el Ayuntamiento nada más empezar el siglo hubo de sacar a subasta el arrendamiento de tres locales, destinados a niños, niñas y párvulos. El primero deber-ía alojar a 80 niños y las dependencias del profesor, el segundo para 50 niñas y las de-pendencias de la maestra y el tercero sería capaz de alojar a 120 párvulos repartidos en dos aulas. Los documentos municipales nos hablan del precio al que ascendería el arrendamiento: 1.500 pesetas anuales; del plazo: 10 años prorrogables y de otras mu-chas condiciones que debería cumplir aquel que aceptara el pliego de condiciones. Al final, sería Francisco López Ferreira, vecino de Barcelona, quien ganara el concurso, alquilando al concejo unas casas de su propiedad en la calle del Colegio número 4, a primeros del año 1904.
Pero el consistorio no debió apurar el tiempo establecido en el contrato suscrito o, quizá, prefiriera poseer un edificio en propiedad para ubicar definitivamente las es-cuelas. Así, solo cinco años más tarde, se planteaba la posibilidad de adquirir la casa-pósito, situada en la plaza de la Constitución, bajo la torre del reloj, con el fin de "insta-lar en su día, a ser posible, las escuelas públicas de niños, de cuyos locales propios se carece, el pago del inmueble, ha sido tasado por peritos en 5.500 pesetas, y habrá de hacerse en varios plazos", según consta en los libros de acuerdos de 1909. Estaba claro que la enseñanza era algo imprescindible para muchos vecinos, no sólo respecto a niños y jóvenes, sino también adultos. Los más mayores fueron engrosando las listas de alum-nos, según manifestaron los miembros de la Junta Local de Primera Enseñanza, cuando, en atención al excesivo número de asistentes a la escuela nocturna, solicitaban a la cor-poración un aumento de presupuesto para material y útiles de enseñanza (1909).
Las negociaciones de la compra del pósito fueron largas y duras, pues a finales de 1910, ante la falta de caudales, el ayuntamiento se vio obligado a negociar con el Ministerio de Instrucción Pública la subvención para comprar la casa y las colindantes, ante la imperiosa necesidad de instalar allí las escuelas. Poco más tarde, en 1916, una vez finalizado el contrato de arrendamiento de los locales de la calle del Colegio nº 4, las instalaciones educativas volvían a cambiar de ubicación, trasladándose a la calle Estrella de Elola, nº 25 esquina a la cuesta de Piedra (actual Doctor Fleming).