Marco histórico

 

En 1520 reinaba en España Carlos I, convertido en el primer monarca de la Casa de Austria a la muerte de su abuelo, Fernando el Católico. Los comienzos de su mandato no estuvieron exentos de dificultades y su forma de gobernar, según el modo tradicional flamenco, de donde era originario, no convenció al pueblo castellano, que protagonizó la Guerra de las Comunidades de Castilla. Tras la derrota comunera en Villalar (1521) Carlos I modificó su actitud y adaptó su gobierno a las costumbres de sus súbditos. A partir de entonces organizó la administración mediante la creación de Consejos compuestos por personas escogidas directamente por el rey: Castilla, Aragón, Inquisición, Órdenes, Cruzada, Hacienda e Indias, iniciaron una nueva manera de regir los destinos del Estado que se prolongaría durante toda la Edad Moderna.
En este periodo tanto la sociedad como la economía fueron testigos de importantes transformaciones, pasando de la Edad Media a los tiempos modernos, o más concretamente, del feudalismo al capitalismo. Las grandes cantidades de oro y plata procedentes de las tierras americanas contribuyeron a una revitalización del comercio y los intercambios financieros. En este sentido conviene recordar que entre 1519 y 1522 la actividad colonizadora experimentó un apogeo inusitado: Espinosa creaba Panamá, Cortés fundaba la Villa Rica de la Vera Cruz y Magallanes descubría la ruta del Extremo Oriente, por citar algunos de los avances más significativos en la política expansionista de ultramar.
Pero la sociedad del siglo XVI siguió estando fundamentada en el privilegio y, por lo tanto, el afán de ascender en la pirámide estamental llegó a convertirse en una meta a alcanzar para muchos burgueses y comerciantes que anhelaban entrar en la hidalguía. Sin embargo, la consideración de menosprecio de las actividades productivas por parte de la nobleza provocó que muchos integrantes de las clases inferiores dentro de este grupo elitista, en concreto los hidalgos venidos a menos, no tuvieran recurso alguno para subsistir.
Asimismo, la condición de exención fiscal disfrutada por los estamentos sociales preeminentes provocó en muchas ocasiones la ruina de los pueblos, debido a que eran los propietarios de buena parte del patrimonio territorial de ciudades y villas y estaban exentos de contribuir fiscalmente a los requerimientos concejiles.
 
Valdemoro a principios del siglo XVI
 
Valdemoro formaba parte del señorío jurisdiccional del arzobispado toledano (1) desde finales del siglo XIV y en la segunda mitad del XV, según una sentencia dada en Alcalá de Henares (1449)(2), se ratificaba plenamente el vínculo arzobispal del lugar valdemoreño. Paralelamente, la concesión del privilegio de villa por parte de Enrique III (3) facilitó su paulatino desarrollo económico y social (4). Durante el largo periodo que Valdemoro estuvo bajo la jurisdicción eclesiástica alcanzó un auge progresivo, propicio para el asentamiento en la localidad de numerosos clérigos, hijosdalgos y demás personas influyentes exentas de contribuir fiscalmente, motivo que llevó al concejo a pedir ayuda a su señor y tuvo como consecuencia el otorgamiento de las diferentes cartas de merced que dieron lugar al documento rubricado por Guillermo de Croy en 1520.
 
La excesiva acumulación de bienes territoriales por parte de este poderoso colectivo en la mayoría de comarcas de la corona castellana llegó a inquietar al mismo Fernando el Católico quien, ante el inminente Concilio de Letrán (1512), manifestaba un temor justificado por las grandes riquezas atesoradas en monasterios y conventos, tan desmesuradas que amenazaban copar todas las tierras del reino (5). Preocupación latente también durante el reinado de Carlos I, cuando los procuradores asistentes a las cortes celebradas en Valladolid en 1518 mostraron su malestar por un asunto de difícil solución (6).
Cabe suponer la influencia ejercida por el protectorado toledano en favor de los intereses de la población de Valdemoro, cuya expansión en aumento no pasó desapercibida en las crónicas de la época. Según Pedro de Medina, cosmógrafo del siglo XVI, en su célebre obra sobre las grandezas de España, el municipio se encontraba entre las doscientas sesenta y ocho ciudades y villas más importantes de los reinos de Castilla, Toledo y León (7). Su gobierno municipal sin duda debía responder al modelo de regimiento castellano imperante en la Edad Moderna: al frente de la institución estaba el alcalde, máxima autoridad judicial y administrativa, elegido anualmente y encargado de administrar justicia. El conjunto de regidores era la pieza clave en el funcionamiento del concejo, cuyos orígenes se remontaban a la época bajomedieval, cuandó pasó a sustituir a las asambleas abiertas de ciudadanos, convirtiéndose en el órgano de mayor decisión de la política concejil, integrado por un número reducido de miembros. Asimismo, eran los designados para nombrar al alguacil, responsable de las funciones de defensa y vigilancia del órden público. Dentro de la administración local también se encontraban los jurados, que no dependían del regimiento, sino que eran seleccionados por el vecindario para representarles en el concejo, controlar sus actuaciones y denunciarlas si fuera preciso.
 
En cuanto a la demografía, las cifras de esta época relacionadas con el número de habitantes de Valdemoro aparecen en los padrones fiscales formalizados con motivo de los repartimientos de impuestos de los siglos XVI y XVII. Son datos que verifican un aumento gradual de población a partir del recuento más antiguo conservado (1530), elaborado con intención de distribuir de forma equitativa una de las cargas impositivas más gravosas: el servicio ordinario y extraordinario. La operación hacendística contabilizaba un vecindario de 554 pecheros (8) (aquellos obligados a pagar los pechos o tributos), que si se multiplican por el coeficiente 4, mayoritariamente aceptado por los expertos en demografía del Antiguo Régimen, indica un censo aproximado de 2.216 personas, cuyos principales recursos económicos estaban basados en el sector primario, con predominio de la agricultura en detrimento de la ganadería. Circunstancia derivada de la dureza del clima, con alternancia de grandes sequías y fuertes aluviones de agua (9), y de la calidad de los suelos, de alto contenido cálcico. Ambos factores representaban un impedimento para la buena producción de pastos, pero con el exiguo rendimiento herbáceo se abastecía, al menos, la cabaña municipal.
 
En relación a las labores agrarias, el cultivo de productos de secano siempre estuvo presente en la producción agrícola: olivo, cereal y, sobre todo, vid eran reconocidos en la comarca. La subsistencia local se veía complementada con una incipiente artesanía, cuya reglamentación, tanto de calidad como de precios, era controlada por veedores y examinadores nombrados por el concejo anualmente. Sastres, tundidores, fabricantes de paños, zapateros, curtidores y molineros de aceite integraban los grupos gremiales encargados de suministrar los artículos de primera necesidad a los valdemoreños y, con seguridad, a los pueblos vecinos.
Respecto a la religiosidad y mentalidad colectiva de sus moradores, Valdemoro contaba desde hacía más de un siglo con una parroquia titulada de Santa María o la Mayor, posteriormente bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asunción, como se denomina en la actualidad. En dicha iglesia debían concentrarse un conjunto indeterminado de hermandades aunque tan sólo hemos podido conocer en esta época el funcionamiento de la cofradía de San Sebastián, de la que se conserva un libro de cuentas fechado en 1518 (10), pero con actividad probada desde mediados del siglo XIV y la cofradía de San Miguel, con documentación contable desde 1528 (11), indicativa también de una fundación algunos años antes. Estas asociaciones, además de proteger a sus miembros ante las adversidades cotidianas, canalizaban vocaciones y devociones de los cofrades y desarrollaban un amplio programa de actividades religiosas y comensales con el fin de ampliar su grado de influencia en la colectividad. Para finalizar, otro de los pilares de la sociedad estuvo representado por la asistencia benéfica a los más desfavorecidos, materializada en la fundación del hospital de San Andrés en 1508 gracias a la filantropía de Juan de Mena, Alonso de Mena y su mujer Constanza de Castro. Centro asistencial que desde su creación atendió las necesidades más perentorias de un sector de la población desprovisto de las mínimas condiciones de vida, salubridad e higiene.
 
NOTAS
(1) A tenor de la carta de Enrique III dada en las Cortes de Madrid el 15 de diciembre de 1393, CERVERA VERA, Luis: "El señorío de Valdemoro y el convento de franciscanas fundado por el duque de Lerma", Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, (1954-56), LVIII, pp. 27-87, p. 30.
(2) Relación de bienes de propios, 1827, Archivo Municipal de Valdemoro (AMV), 1-12.
(3) CERVERA VERA, Luis: Op. cit., p. 30.
(4) Se consideraba villa aquel núcleo nombrado por Real Privilegio, "eximida por sí y para sí", que podía ejercer la jurisdicción civil y criminal por medio de sus alcaldes, DONÉZAR DIEZ DE ULZURRUN, Javier María.: Riqueza y propiedad en la Castilla del Antiguo Régimen. La provincia de Toledo en el siglo XVIII, Madrid, 1984, p. 44.
(5) GARCÍA ORO, José: Cisneros y la reforma del clero español en tiempo de los Reyes Católicos, Madrid, 1971, pp. 57-58.
(6) Ordenamiento de las leyes de Valladolid, 1518, en www.cervantesvirtual.com/historia/Carlos V7_1_1_cortes1518.html
(7) MEDINA, Pedro de: Libro D'Agrandezas y cosas memorables de España, Sevilla, 1548.
(8) Según los datos recogidos en el siglo XIX por Tomás González, GONZÁLEZ CARVAJAL, Tomás: Censo de población de las provincias y partidos de la Corona de Castilla en el siglo XVI, Madrid, 1829.
(9) CALLE HERNÁNDEZ, Anastasio de la: Memoria médico topográfica de la villa de Valdemoro, Madrid, 1890, p. 18.
(10) Libro de cuentas de la cofradía de San Sebastián, 1518-1533, Archivo Parroquial de Valdemoro (APV), sig. II-61.
(11) Libro de cuentas de la cofradía de San Miguel, 1528-1558, APV, sig. II-57.